Desde el corazón de Roma, dando refugio y esperanza

La Hna. Francisca Florentín, nos cuenta su experiencia misionera en Roma, en las siguientes líneas:

«Hace casi 4 años que integro la comunidad del generalato en Roma. La misión que me han encomendado aquí en la Casa Generalizia es el servicio en la Oficina de la Secretaria español.

El servicio que ofrecemos cada una de las hermanas desde nuestras oficinas es un servicio a toda la Congregación, lo cual nos permite estar en comunión con las provincias, regiones, hermanas y situaciones vividas en la misión. Es una oportunidad para ampliar nuestra visión acerca de la realidad general de la congregación y poder crecer en el sentido de pertenencia y en el trabajo en equipo, lo cual considero una experiencia muy enriquecedora.

Nuestra comunidad también es un lugar que acoge y ofrece hospitalidad a todos, ya sea Hermanas SSpS, Hermanos SVDs y Laicos/as de diversas partes del mundo. Somos una comunidad intercultural, provenientes de 11 nacionalidades. En total 31 miembros, incluyendo la comunidad del Noviciado Europeo de habla Inglés.

Como comunidad hemos decidido abrir las puertas de nuestra casa para acoger a los refugiados en un trabajo conjunto con la comunidad de San Egidio. Es así que el día 29 de febrero de 2016, Rasha llegó a nuestra casa con sus tres hijos. Ella ha emigrado de Palestina a Siria, donde vivían en Yarmouk, el campamento Palestino más grande en Siria y, estando allí durante la guerra, Rasha fue afectada por la explosión de una bomba dañando la vista y dejándola casi ciega. Un tiempo después ella pudo huir con los niños, llegando al sur de Líbano, otro campo palestino y desde Líbano a Italia. En octubre de 2016  hemos recibido la segunda familia Siriana (una madre con dos hijos). Ambas familias han llegado a Italia a través del «corredor humanitario». Con la presencia de estas familias en nuestra casa, mi rutina diaria ha cambiado, ya que soy la persona de contacto con estas dos familias. Este pequeño servicio lo hago de corazón y con mucha alegría. Es una gracia y a la vez un desafío poder caminar más de cerca con ellos compartiendo sus luchas y esperanzas del  día a día. 

Durante todo este tiempo pude percibir que lo fundamental en este proceso de cambio que viven los refugiados es el sentirse acogidos, y no ser vistos como una carga. Sentir que no están solos y que no todo está perdido. No basta sólo ofrecerles un lugar donde dormir y comer, sino sobre que puedan encontrar amor y compasión en la comunidad que los acoge. Acompañarlos en el proceso de sanar sus heridas, y así puedan poco a poco reconstruir sus vidas.

De corazón agradezco a estas familias que me han permitido compartir sus historias, sus dolores y sus esperanzas. Ellos son parte de nuestra comunidad. Cada hermana de la comunidad comparte con ellos de acuerdo a sus posibilidades. Hoy los vemos sonreír, con más esperanzas y ganas de seguir luchando.

Toda esta experiencia que vamos viviendo como comunidad me recuerda las palabras de S. José Freinademetz: «El amor es el único idioma que todos entienden».

Por todas estas experiencias digo siempre: ¡Gracias Señor, por formar parte de esta gran familia misionera de las SSpS!»